miércoles, 13 de enero de 2010

Viaje En Autobús

Recibí la visita de un amigo que se había ido a vivir fuera, y llevaba tiempo sin estar por el barrio. Me dijo que tenía el coche en el taller y vino en autobús, y a continuación me relató el viaje que soportó.
He llegado hasta aquí en el transporte del futuro: el autobús. ¡Qué incertidumbre!... Yo no sé si es más peligroso este “bush” o el que tienen en EEUU.
En la estación, y tras comprar el billete, me dirigí al autobús, donde amablemente el chófer me indicó que colocara mi maleta "¡¡en el maletero, donde pudiera!!". Increíble, el maletero se había convertido en el "Tetris".
Después de pelearme con cientos de paquetes, bolsas, maletas… logré poner la mía en un rinconcito. Subí al autobús. A la entrada me recibieron las "bolsas de mareo", qué agradables... ¡Vamos! que se deben llamar así porque solo con verlas ya marean y provocan las náuseas. Me dirigí a mi asiento: ventanilla y no fumadores... qué placer... pero cuando llego me encuentro a un hombre ocupándolo, y me dice:
“Si no le importa, podría dejarme al lado de la ventanilla, que si no, me mareo... y bueno... echar un cigarrito de vez en cuando... es que si no, me mareo...
Y tú, claro, por no ver cerca de tí una bolsa de mareo, pues aceptas las condiciones del viaje y le dices:
"No hay problema, me encanta el pasillo... y el humo”.
El autobús arrancó. Así, pues, ¡¡era el momento clave!! Tenía que conseguir como fuera el brazo del asiento del medio.... ¡mi tesoro!... Empezaron a producirse miradas de reojo entre mi compañero de asiento y yo... y entonces... usé mi experiencia. Simulé un estornudo y le pedí un pañuelo de papel. Cuando metió la mano en su bolsillo para cogerlos, aproveché para buscar el brazo del medio, y ¡oh, sorpresa! no lo encontré. Milagrosamente ya lo tenía él y ya había apalancado su codo... Si es que... no se puede ni estornudar...
A los pocos minutos, de repente, vino hacia mis piernas el respaldo del asiento de delante, haciéndome dar un respingo. Por el lateral asomó una cabecilla de una señora de unos 120 años que me dice:
"¿No le importa, caballero? Necesito dormir... es que si no, me mareo…".
Al oír esas palabras me vinieron a la cabeza las bolsas de mareo, así que le dije:
"No se preocupe, señora, si me encanta ir como una sardina...".
Busqué una solución, y la única que tenía era echar para atrás mi asiento. Así que le di al botón y ¡no funcionaba! Estaba duro y no podía tirar para atrás. Tras varios esfuerzos para intentar lograr mi propósito, me di cuenta de que la gente me miraba y entonces... me puse a disimular, no vaya a ser que pensaran que no tengo fuerza. Toqué disimuladamente el botón como quitándole el polvo y seguí tan digno mirando para delante...
Un tiempo más tarde, empecé a sentir un calor horrible, con todo el sol de lleno en la cara. Pero, ¿qué pasa en los autobuses?... Pues que para estar a gusto dependes de los demás. Si te da el sol, la cortina te la tiene que echar el de enfrente hacia detrás. Si tienes calor, el chorro de aire que realmente se dirige a tu persona es el que proviene de tu compañero de al lado, que en ese momento está con el codo en el brazo del sillón, mirando el paisaje y fumando un cigarrillo... no vaya a ser que se maree...
Y encima, quería echar la ceniza de su cigarro en ¡mi cenicero!, porque el suyo estaba lleno de envoltorios de caramelo y de billetes de viajes anteriores... ¡Coño, y el mío...! Y me imagino que todos, ¡para eso están!
Luego el chófer puso una peliculilla... ¿Se han fijado que todas son de animales? Y además siempre son animales de dos tipos: aquellos que hablan, como el ratón Stuart Little, y aquellos otros que no hablan pero no paran un momento de pegar patadas y puñetazos, como Chuck Norris o Jacky Chan.
Cuando se termina la película de turno, también pone música... ¡¡pero qué música!!... Alguna ¡rarísima!, de gente que yo no sabía ni que todavía cantaran...
Y ya acabándose el viaje, yo ya no sabía ni cómo ponerme, apretado a más no poder y va mi compañero de asiento y saca un periódico y lo abre todo lo ancho: una hoja para él y otra para mí... sin preguntar siquiera si me gusta o no ese periódico.
Pero, además, ¿qué hace este señor leyendo?... ¡¡¡¿No decía que se mareaba?!!!... Pues sí, se mareaba y al final se mareó... y me gustaría haber visto la "bolsa de mareo", por lo menos la habría usado...

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