martes, 12 de enero de 2010

¡Vaya Día!

Un amigo me contó lo que le ocurrió a su vecino:
Como cada sábado, Ramiro salió temprano para hacer deporte.
De repente se dio cuenta de que no había avisado a su mujer de que el técnico que iba a arreglar la lavadora iría por casa al mediodía, así que sacó el móvil y llamó a su casa:
-¿Hola? (voz de una niña pequeña).
-Hola, cariño, soy papá. ¿Está mamá cerca del teléfono?
-No, papi, mamá está arriba con el tío Eduardo.
-Pero si tú no tienes ningún tío Eduardo...
-Sí que lo tengo, y está arriba en la cama con mamá.
-De acuerdo. Mira lo que vas a hacer: sube al dormitorio y dile bien alto a mamá que papi acaba de llegar, que está en la calle aparcando el coche.
-De acuerdo, papi.
Al cabo de unos segundos, la niña vuelve al teléfono:
-Ya lo he hecho.
-¿Y qué ha ocurrido?
-Bueno, mamá salió completamente desnuda, gritando y corriendo, resbaló con la alfombra y cayó escaleras abajo. Creo que está muerta...
-Dios mío... ¿y el tío Eduardo?
-Salió corriendo de la cama, también desnudo, y saltó desde la ventana a la piscina, pero no creo que supiera que la semana pasada la vaciaste para limpiarla, así que se ha estrellado contra el fondo, creo que también está muerto.
Después de una larga pausa dice Ramiro:
-¿Piscina... qué piscina? ¿Pero no es ahí el 91345...?
Ya por la tarde, en su casa, el hijo más pequeño del matrimonio, encuentra a su padre tirándose a la criada. El nene fue y le contó a la madre lo que había visto; la madre se aguantó la bronca y le dijo:
-No digas nada hasta que yo te avise.
Al día siguiente, que era el cumpleaños de la abuela, fueron a la fiesta todos los parientes, que eran como setenta.
En lo mejor de la fiesta aparece la madre del nene y les dice a todos:
-Silencio, por favor, que Pablito va a contar una historia.
Como todo el mundo suponía, esperaban alguna obrita de teatro, algún cuento infantil o algo parecido. Pero entonces Pablito empezó diciendo:
-Ayer papá entró en la habitación donde la criada estaba limpiando y la abrazó, la besó, le quitó la ropa...
Por supuesto, todo el mundo se dio la vuelta para mirar al padre, que estaba más colorado que una tonelada de tomates; pero el nene siguió contando:
-Después de quitarle la ropa, él se quitó también la ropa, se acostaron y después papá le empezó a meter... a meter... la cosa esa... que no me acuerdo cómo se llama...
Y mirando a la madre, que tenía una cara de triunfo apoteósica, le preguntó:
-Mamá ¿cómo se llama esa cosa que siempre le chupas al vecino?

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