jueves, 28 de enero de 2010

Tres Hombres Y Un Destino

Tres hombres mueren a la vez en la tierra y, al llegar a las puertas del cielo, San Pedro les dice:
"Tengo malas noticias para dos de vosotros. Tenemos problemas en nuestro departamento de admisiones y sólo puedo dejar entrar a uno de los tres en 15 días. Los otros dos bajarán esos 15 días al infierno a sufrir atroces torturas, pero no puedo hacer otra cosa. Como no tengo predilección por ninguno de los tres, aquél que cuente la mejor historia de cómo murió será el que pase hoy conmigo, y los otros bajarán con Satanás".
Los tres hombres, ya que no pueden hacer otra cosa, aceptan. Tras unos momentos de dejarles meditar, San Pedro les hace pasar de uno en uno a su oficina, para que los otros no puedan oír al que está dentro contar su historia.
El primer hombre pasa y empieza su relato:
"Yo sabía que mi mujer me estaba engañando, así que intenté llegar a media mañana a casa... subí los 12 pisos del edificio por la escalera, para no hacer ruido con el ascensor... abrí la puerta de casa con el mínimo ruido posible... y allí estaba ella, la muy desgraciada... totalmente desnuda en el suelo... sabía que se la habían trajinado... corrí por todo el piso en busca de su amante... arriba, abajo, debajo de la cama, en todos los armarios... ¡nada! Ella me decía que siempre acostumbraba a hacer un poco de gimnasia desnuda, y estaba ya a punto de pedirle disculpas por ser tan mal pensado cuando oí unos ruidos en la ventana... ¡Criiicht, criiicht, criiicht...! Abrí la ventana y entonces le vi al desgraciado, colgando de la cornisa. Cogí mi bate de béisbol y le di de lleno en la cabeza. Vi como caía, pero tuvo suerte el capullo, y aterrizó justo en el contenedor de basura. ¡Se estaba moviendo! Desesperado porque se me escapaba, agarré la heladera y la llevé hasta la ventana para tirársela encima. Con un gran esfuerzo logré ponerla en la cornisa y, al empujarla, se me enganchó la chaqueta, por lo que caí con la heladera y no sólo le maté a él, también me maté yo, pero al menos estoy feliz porque me deshice del amante de mi mujer".
San Pedro no podía imaginarse una historia más increíble, cuando hace pasar al segundo hombre:
"Mire, yo trabajaba como limpiaventanas. Estaba haciendo tranquilamente mi trabajo en lo alto del edificio cuando una de las cuerdas que me sujetan se rompió. Me agarré a la plataforma pero me fui resbalando por tener las manos mojadas, hasta que caí al vacío. Levanté las manos por inercia, pensando en mi muerte y rogando que Dios enviara a alguno de sus ángeles para que me recogieran. Tuve la gran suerte de lograr sujetarme con los dedos de una de las cornisas del edificio. ¡¡Estaba salvado!! Dando gracias a Dios, empecé a rascar la ventana intentando que la gente que estaba dentro del edificio me oyeran cuando un hombre la abrió y en vez de ayudarme a entrar ¡me pegó un tremendo golpe con un bate de beisbol! Caí al vacío otra vez, maldiciendo a esa mala persona cuando mi ángel de la guarda me permitió seguir viviendo, poniendo un contenedor justo debajo de mí. Y cuando conseguí abrir los ojos para agradecer a Dios tanta suerte, ¡una heladera me caía encima! Sin duda era mi destino, encontrar hoy la muerte".
San Pedro estaba estupefacto. Hace pasar al último hombre y le dice:
"Hijo, más vale que te esmeres y tengas una muy buena historia, porque la del anterior... ¡es realmente increíble!".
El hombre se le queda mirando pensativo y contesta:
"De acuerdo, imagínese lo que me ha pasado... estaba yo desnudo, escondido en una heladera...".

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