miércoles, 13 de enero de 2010

Aprendiz De Asesino

El hijo de un amigo, brillante escritor futuro, hizo un trabajo para el instituto, para su clase de Literatura. El escrito lo tituló Aprendiz de Asesino.
Hola, antes que nada quiero presentarme. Soy McBobo y escribo desde la prisión donde estoy recluido, concienciándome poco a poco de que voy a estar aquí muuuuuuuuucho tiempo.
Os explicaré mi historia desde el principio, a fin de que sirva como ejemplo de lo que ¡¡nunca, jamás!! se debe hacer al intentar cometer un crimen, así mi experiencia será de utilidad para las jóvenes promesas criminales. Por cierto, si algún día estáis en mi situación significará que habréis cometido algún error en vuestro plan.
Yo me casé por dinero, simple y llanamente. Era bastante pobre y envidiaba la vida de las personas con dinero, quería llegar a ser como ellos, a cualquier precio, así que me propuse conseguirlo y, después de un tiempo, lo conseguí. Me casé con una joven heredera, era más fea que ni hecha de encargo, pero tenía dinero, mucho, mucho, mucho dinero.
Pronto, sin embargo, desperté de aquel “sueño” y me di cuenta de que no era feliz, me daban ganas de vomitar cada mañana, al despertar al lado de aquella mujer, sus repelentes chistes me daban dolor de cabeza y su comida, si se podía llamar así, me producía ulcera; así que muy pronto comencé a pensar en asesinarla. Me pasé cinco largos años elaborando lo que iba a ser un plan perfecto, intentaba calcular todos los riesgos, todas las situaciones, todos los imprevistos… pero eso es imposible.
Llegó el día de la verdad. Tenía un plan innovador, diferente, nada de los típicos asesinatos de la tele; no podía fallar, era perfecto, mi mente calculadora y maléfica lo había calculado todo al milímetro. Me acerqué a su coche, un Twingo recién estrenado, e intenté cortar el circuito del líquido de frenos...
“¡Mierda, joder, pero si es de metal!”. Y así falló mi primer intento.
Al segundo intento fui mejor preparado. Empecé a cortar el tubo con una sierra y, a los pocos minutos, lo conseguí; guardé la sierra y observé con una sonrisa maliciosa cómo un rato después mi esposa montaba en su utilitario. Pero fracasé... Al haber perdido ya un nivel considerable de líquido, al final de la calle se dio cuenta de que iba sin frenos, redujo las marchas hasta llegar a la primera y paró con la ayuda del freno de mano. Ya no me quedaron dudas de que no me iba a resultar tan fácil como creía al principio. Y para colmo, me costó bastante explicarle al mecánico por qué estaba serrado el circuito del líquido de frenos, aunque una considerable suma de billetes le disipó una gran cantidad de dudas casi instantáneamente.
Llegó la hora del tercer intento… veneno. Cogí todas las medicinas que teníamos por casa y decían algo así como "en caso de sobredosis llamar al servicio de toxicología..." y preparé un batido para mí mujer. Pero en cuanto probó aquella mezcla de fármacos, empezó a tener arcadas y vomito sobre mí.
Esperé un tiempo para el cuarto intento, así lo pensaba fríamente hasta que decidí ponerlo en práctica. Simulé un viaje de negocios, compré un billete de avión a mi nombre y embarqué a un vagabundo que vi cerca (que luego resultó ser un agente de policía de incógnito) en mi vuelo. Después, al regresar, intenté entrar en casa por la ventana, pero no la conseguí abrir, así que probé a romper el cristal, pero estaba muy duro y tampoco quería formar un escándalo, por lo que cogí mis llaves y entré por la puerta... Mi esposa había instalado una alarma sin avisarme antes, empezó a sonar al momento de haber entrado yo, me sobresalté y en cuanto reaccioné… ya estaba rodeado de policías, me llevaron detenido; aunque me pusieron en libertad en cuanto mi mujer se personó en comisaría y dijo que yo era su marido.
Quinto intento. Estaba a su lado en la cama y ella dormía plácidamente, y en un arrebato de pérdida de paciencia, cogí mi almohada y presioné con ella su cara. Ella actuó con un acto reflejo, golpeando mis partes (sin despertarse) y dejándome completamente K.O. Allí estaba yo, en el suelo retorciéndome de dolor, mientras ella roncaba a gusto sin enterarse siquiera de nada.
Sexto intento. Yo estaba en la cocina preparándome un bocadillo de paté cuando pasó por mi lado, se acercó a la nevera, cogió el Tetra-Brik de zumo y empezó a beber directamente de él. Ya le había dicho yo la rabia que me daba el que hiciera eso, pero jamás me hacía caso; no sé qué sucedió, perdí el control… estaba acercándome a ella con el cuchillo en la mano, ya está, lo conseguiré, la mataré si... pues no... En el momento en que intenté clavarle el cuchillo, hizo un movimiento lateral y atravesé un cartón de zumo de primera calidad...
Séptimo intento. Electroshock… sí, con un electroshock lo conseguiré, ése será mi definitivo intento. Le preparé un baño con sales y le puse la radio al lado de la bañera; se metió dentro y en cuanto estuvo en el agua le tiré la radio encima. Ella gritó, yo sonreí, creí que ya estaba hecho, pero ella me puso de vuelta y media:
“Pedazo de idiota, has mojado la radio y se habrá jodido... y suerte que no estaba enchufada, que si no...”.
¡Mierda! Me olvidé de enchufarla... ¡¡¡joder...!!!
“Ya no puedo más, debo matarla”; sólo pensaba en éso, continuamente, por la calle, en el trabajo, durante la comida, en la cena, cuando le ponía los cuernos, cuando conducía… ¡a todas horas!
Decidí entonces contratar a un profesional, pero no sabía como encontrarlo; busqué en las páginas amarillas y encontré "exterminadores", así que llamé al primero, le expliqué que quería matar a mí mujer y me colgó; llamé al segundo e hizo lo mismo; el tercero me dijo que eran exterminadores de plagas, bichos y demás, que lo que yo necesitaba era un asesino y que eso no lo encontraría en las páginas amarillas...
Así que decidí ir a un bar de mala reputación y hablé con el camarero, quien con un ataque de risa, me hizo comprender que buscaba en mala dirección; acudí a otro bar y me acerqué a un tipo con muy mala pinta, le expliqué el plan y con una placa de policía en la mano me sugirió que no bebiera más y me fuera a dormir... Y al final, en el barrio chino encontré a mi salvador...
Era un tipo bastante feo, de unos 40 años de edad, calvo, con bigote, bastante rechoncho, ojos negros, mediana estatura y un horrible aliento. En cuanto le expliqué su trabajo, me aseguró que él era el mejor para hacerlo, que no me preocupase y que le pagase por adelantado, a lo que yo me negué (no soy idiota), así que sólo le di un 75%, 3.750.000; me preguntó día y hora, le dije que el siguiente jueves a las 10 de la noche, que yo estaría en una fiesta de empresa, y ella estaría en casa, haciendo sus clases de aerobic; le di la dirección y me fui a casa con una felicidad que no me cabía en mi interior.
Llegó el día. Yo estaba en la fiesta, intentando llamar la atención de todo el mundo, tiraba vasos encima de la gente, me metía el dedo en la nariz y me puse a cantar una jota. Y mi esposa estaría haciendo sus ejercicios. Todo iba según lo previsto… si no fuera porque el asesino estaba entrando en otra casa… se había confundido de casa y estaba entrando en la de los vecinos, en casa del señor juez. Se acercó a la señora del juez y con un cable de acero la estranguló hasta la muerte; su marido, que estaba en la biblioteca, escuchó un corto grito, bajó rápidamente la escalera y le dio tiempo a ver perfectamente al asesino, mientras éste, desconcertado, huía despavorido.
Cuando volví a la ciudad, el juez ya había identificado al asesino, pues le habían detenido y le había juzgado en otra ocasión. El criminal había confesado quién le había pagado. Me detuvieron y alucinados, al no encontrar motivos por los que yo quisiese matar a la señora del juez, me encerraron de modo preventivo hasta el juicio. Me juzgó el marido de la victima y no fue muy blando conmigo… sólo le faltó escupirme… y en fin, que aquí estoy.
Pensándolo bien, la verdad es que sería feliz si la $%&$&%$ de mi esposa no me viniese a visitar todos los días y no me trajese esos pasteles que ella hace, que no los quieren ni mis compañeros más hambrientos… ni siquiera los perros guardianes se acercan a ellos.
Bueno, volvamos a la actualidad. Para que no cometáis los mismos errores, os voy a dar un par de consejos que he aprendido en mi estancia en este lugar disciplinario.
Para que no te vinculen con un crimen, lo mejor es no estar vinculado, no conocer a la víctima, no haberla visto jamás, no haber tenido contacto ni con ella ni con ningún conocido suyo, etc...
Para provocar la muerte de una persona, se debe actuar con fuerza y sangre fría, pues si vas con miedo e inseguridad jamás morirá y es posible que te mate a tí, sin ninguna piedad y con la “defensa propia” por medio.
Los métodos más antiguos no son menos eficaces… un estrangulamiento con las propias manos es costoso (provoca un gran esfuerzo), pero muy eficaz (una vez la ha palmado, no resucita); la tecnología también es fabulosa para estos casos… un explosivo en el mando a distancia del televisor puede hacer milagros.
A la hora de buscar un profesional para hacer un trabajo de este calibre, debes dirigirte a su entorno; por lo tanto, ¿dónde buscarás un asesino? Evidentemente, en la cárcel. Claro, que si está encerrado, quizás no quiera trabajar para tí, así que puedes buscar uno libre, para eso pregunta a un abogado (si es bueno, mejor; así su cliente estará menos vinculado con la justicia).
Y por último, ¡si bebes, no asesines!; el alcohol puede resultar contradictorio a la hora de matar a alguien que no seas tú.

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