miércoles, 13 de enero de 2010

Las Madres

Un amigo me enseñó un recorte de una revista. Era un artículo acerca de las madres.
Todas las madres del mundo hacen y dicen exactamente las mismas cosas.
Yo creo que les dan un cursillo secreto en el que aprenden esos comportamientos que llamamos "cosas de madre".
Quién no ha escuchado alguna vez el clásico "Tú hazle caso a tu madre, que tu madre sabe mucho de ésto...".
¿De dónde creen que ha podido sacar una madre una frase así? Pues del cursillo.
Lo primero que les enseñan en el curso es a repetir mucho las cosas. Por eso, cuando eres bebé hablan contigo como si fueran un disco rayado:
“¿Cómo estás? ¿Cómo estás? ¿Cómo estás?”.
Seguro que si el bebé pudiera hablar, les diría:
“Hasta el gorro, hasta el gorro, hasta el gorro...”.
En el cursillo también les dan clase de lenguaje, y aprenden a incluir en todas sus frases el "mi" y el "me".
Un ejemplo: "mi niño no me come", "mi niño no me duerme".
Son tan posesivas que, en la agenda, ponen todos los teléfonos de sus hijos en la letra M: "mi Paco","mi Alberto","mi José".
Gracias a estos cursillos, las madres son capaces de hablar de dos temas la vez:
“Mamá, quiero hablar contigo”.
“¿Qué te pasa, hijo mío? ¡No arrastres los pies!”.
“Es que estoy pensando en dejar de estudiar...”.
“¡No te toques los granos! ¿Pero cómo vas a dejar los estudios?”.
“Es que no me gustan”.
“¡Uy!, hay tantas cosas que no me gustan a mí... ¡Ponte derecho, que te va salir chepa!”.
Y llega un punto en que, sin saber por qué, ambos mezclan las conversaciones y acaban por zanjar ellas la cuestión:
“Pero ¿cómo vas a tener ganas de estudiar si no arreglas tu habitación? Venga, que no hay quien entre... ¡Y estudia!”.
En estos cursillos de madre les inculcan, sobre todo, tres principios: Que hay que tomar calcio, que hay que respetar las dos horas de la digestión antes de bañarse y que en invierno hay que taparse la boca.
Aunque tengas noventa años y tu madre ciento veinte, al ir camino de la UVI te gritará: "Julián, ¡¡tápate la boca!!".
Por supuesto, el cursillo también incluye clases de estilo y moda. Una madre siempre sabe lo que es moderno y se empeña en llevarte de compras y vestirte a la última.
“Uy, esta camisa es preciosa, hijo”.
“No”.
“Pero, ¿cómo que no? Si es lo que se lleva ahora”.
Lo que se lleva ¿dónde? ¿En el circo de Ángel Cristo?
Además, todas las madres son videntes.
“Niño, que te vas a caer”.
Y te caes.
“Niño, no comas tan deprisa que te vas a atragantar”.
Y te atragantas.
“Hijo, ten cuidado que ésa es un lagarta”.
¡Y es una lagarta!
Hay que reconocer que en estos cursillos son bastante profesionales. Y es que incluyen hasta nociones de policía. Las madres se transforman en auténticos sabuesos: "tú has fumado", o "tú has bebido", o "esos calcetines llevan tres días sin cambiarse". En los aeropuertos, los agentes, en vez de con perros, deberían ir con su madre.
Pero lo que no les enseñan en el curso a las madres, es que sus hijos crecen.
Ya vives solo, vas a verla cada quince días... pero eso no les impide seguir cebándote: te pone en la mesa la comida de dos semanas, se sienta al lado y empieza:
“¿Qué pasa, no está bueno? Venga, termínate las albóndigas, el bacalao, los pimientos rellenos y el cochinillo... y come pan. ¿Te pelo una naranja?
Porque una madre nunca está satisfecha. Por mucho que hagas, ella nunca estará contenta. ¿Quiere que te cases?
“Vale, pues me caso. ¿Estás contenta?”.
“No, que ésa es una lagarta”.
“Vale, pues me divorcio”.
“Pues no, ¿qué va a ser de tus hijos?”.
“Mamá, me ha tocado la lotería, ¿estás contenta?”.
“No, menudo palo te va a dar Hacienda”.
“Mamá, me han nombrado Presidente del Gobierno”.
“Bueno, pero tápate la boca, que coges frío”.
Pero aunque todas las madres hacen siempre las mismas cosas, ninguna hace la sopa del cocido como tu madre, ninguna te pela la naranja como tu madre, ninguna te tapa la boca como tu madre, cuando hace frío…

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