martes, 2 de febrero de 2010

El Partido De Golf

Cierto día, Moisés, Jesús y un viejecito misterioso decidieron disputar un partido de golf, por lo que bajan a la tierra, seguidos de una multitud de ángeles y santos fanáticos que abarrotan el campo.
El partido transcurre normalmente, hoyo tras hoyo, hasta llegar al último empatados.
Precisamente este último hoyo es considerado como el más difícil, pues tiene un gran lago en el medio, antes de llegar al green.
Moisés tira primero. La pelota sale disparada, pero le falta algo de fuerza y cae en el centro mismo del lago y se hunde. Moisés llega hasta la orilla, alza su bastón hacia el cielo, con lo que hace que se abran las aguas, baja caminando hasta donde está la pelota y, de un golpe perfecto, la saca del fondo, dejándola a escasos centímetros de la bandera. Con sólo otro golpe, la mete en el hoyo, y los espectadores aplauden a rabiar, emocionados.
Luego es el turno de Jesús. La pelota sale igualmente como una flecha, e igualmente se marcha directa al centro del lago, pero de repente se detiene y queda suspendida en el aire a escasos centímetros de la superficie del agua. Jesús camina entonces sobre las aguas y con un golpe preciso, manda la pelota directamente al hoyo. La ovación de los espectadores es espectacular y ensordecedora.
Por último, le toca el turno al viejecito. La pelota, una vez más, cae en el lago y se hunde, y el público hace un respetuoso silencio preguntándose qué podría hacer el pobre viejecito para salvar la situación. De pronto, del agua salta un pez con la pelota en la boca y, justo en ese momento, pasa un águila que lo pesca al vuelo. El águila se aleja volando por el aire llevando al pez en su pico, mientras éste sostiene aún la pelota. Entonces, como salida de la nada, aparece una nube negra, y de ella brota un rayo que, pegando certeramente en la cabeza del águila, la hace caer. En su descenso, el ave suelta al pez, al pez se le escapa la pelota y ésta cae limpiamente en el hoyo. Primero se hace un silencio total, con todos los asistentes estupefactos, y seguidamente, como enloquecidos, irrumpen en una cerrada ovación, jaleando al viejecito, que sonríe tímidamente.
Jesús se le acerca entonces y, visiblemente contrariado, le dice: "¡Papá... déjate de joder, ya te vale!".

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