sábado, 9 de enero de 2010

¡Vaya Juerga La De Anoche!

Habíamos quedado a tomar unas copas con unas amigas, y cuando llegaron una de ellas nos contó lo siguiente:
¡Ufffff! Vengo agotada, es que ayer salí de juerga. Algo que por muy divertido que parezca se convierte en toda una odisea. Para empezar llegas a la discoteca de siempre con tus amigos de siempre para encontrarte con lo de siempre. Hasta la música, es la de siempre. Entre la gente que ves hay de todo un poco: Tenemos al típico que se dedica a buscar las monedas que se te caen por la noche, al que se ha tragado la última película musical de moda y la de Fama e intenta por todos los medios imitarlas, y peor aún, al espécimen que se sienta en los sofás (más aburrido que la repetición de Médico de Familia) y que cuando le miran pone una cara de diversión total. Entonces visto lo visto te vas a la barra a ver si el camarero tiene algo interesante y ligas un poco. Porque es patético cómo ligan los hombres en los bares... De entrada se acercan a ti diciéndote: "Oye perdona". Perdona por qué. Qué se les pasa por la cabeza que ya te están pidiendo perdón. Y bueno, tenemos de todo ¿eh? El divorciado que se te acerca diciendo: "Estoy muy solo, mi mujer me ha dejado". Lo que te faltaba a tí ¿qué pasa, que tienes cara de ONG? Ahora, cuando te giras ves a un tío guapo, alto, cachas que te clava su mirada. Y te sonríe. Y le sonríes. Y te guiña un ojo. Y tú sonríes. Y viene hacía aquí: "Perdona". Sííííííí. "¿Me presentas a tu amiga?". ¡Genial! ¡La noche va genial! Y como soy muy filosófica, quisiera aclararles a los hombres esa pregunta que no les deja dormir por las noches: ¿Por qué las mujeres vamos juntas al baño? Como tu amiga se ha ido con el guaperas no tienes otro remedio que ir tú sola. Y vas allí cruzando todo el bar como si fueras por la selva (porque todo el mundo sabe que los baños siempre están al fondo). Cuando por fin llegas te encuentras una cola de unas cinco personas y comienzas a bailar de una forma un tanto extraña, primero para no aburrirte y segundo para que no se te escape el pipí. Y siempre esta la típica que tiene ganas de hablar. ¡Y a mí qué me importa con quién has venido! Bueno, por fin llegas y cuando estás dentro lo primero que ves es una charca de agua, llamémoslo así, con un juguillo de pisadas. Primer problema: ¿Dónde dejas el bolso? Como no ha venido nadie contigo pues te lo cuelgas al cuello. Segundo: El abrigo. Este invierno se llevan los abrigos largos, porque no están pensados para las meonas nocturnas. Los hay de dos tipos: Si es de los de pico al final lo tienes fácil porque metes la cabeza entre los picos y listo. Pero ¿y si no tiene? Bueno, como eres una mujer con recursos te lo pones de bufanda. Tercero: La puerta. Nunca tiene pestillo. Tú necesitas intimidad, así que apoyas la cabeza para que no entre nadie. Y allí estas tú con tu abrigo, el bolso al cuello y la cabeza apoyada en la puerta. ¡Pues no te sale el chorrillo, claro con tanto trajín! Recurres al viejo truco de abrir el grifo, pero… ¡está fuera! ¡Venga, a ver si te atreves a salir! Al final creas tu propio sonido... ¡y se apaga la luz que también está fuera! Encima no hay papel, así que metes la mano en el bolso como puedes para coger un kleenex. Total que te has manchado y te has puesto perdida. Así que queridos míos no preguntéis más por qué las mujeres vamos juntas al baño.

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